ANÉCDOTA DEL MEIN

Anécdota del Mein

Mi estimado Nicho:

Magnífica historia me has contado del Mein, tan buena que debe ser del dominio de otros distinguidos alcohólegas, a quienes me atrevo a marcar copia para su deleite, disculpa el abuso de confianza.

Me hiciste recordar una de mi tío Daniel, de Maravatío. Él fué un personaje típico de pueblo que por orfandad tuvo que trabajar desde los doce años y el empleo que consiguió fué de Inspector de Alcoholes en el propio pueblo y otros villorrios circunvecinos. Siendo proclive al alcoholismo y con tan favorable trabajo, donde tenía que visitar desde las pulquerías hasta los changarros menos sórdidos, pronto se abandonó al manto protector de Dionisos, hasta llegar al grado más extremo de la dependencia etílica, canelas de la estación del ferrocarril con alcohol de caña.
Resulta que un buen día, yo recién casado y en la ciudad de México, mi tío Daniel allá andaba en uno más de los inútiles esfuerzos de "rehabilitación" (no me gusta el término). Como yo lo quise mucho y deveras veía en él muchos valores humanos, muy espontáneo lo invité a comer, mi cónyuge ensombreció el semblante, pero ya ni modo. Muy puntual a la cita llegó el domingo a mi deprtamento y Paty ofreció Orange Crush, disimuladamente vi como mi tío se retorcía como almeja catarina con salsa tabasco y no soporté más, saqué una botella de brandy Cheverny, que por entonces acostumbraba, y le "compuse" generosamente su anaranjado refresco, yo hice lo mismo con el mío; lo cual demuestra que "el que por otro pide por si aboga".

Debo, en honor a la verdad, comentarte que no hubo oso, y todavía mi opinión contaba sin merma del principio de autoridad.

Duró mi tío Daniel en una constante semiborrachera, desde los doce hasta los sesenta y cinco años de edad y era al final, un hombre completamente sano, eso si, un poco disminuido de las facultades cerebrales.

Por diversas circunstancias que ya te platicaré en mesa de cantina, mi bueno y entrañable tío, después de un shock alcohólico, se inscribió en "American Airlines" y muy formalito empezó a vender por todo el pueblo enciclopedias y artículos domésticos; bienquerido por todos, sacaba su dinerito pero su salud pronto se demeritó y en un par de años se fué a la eternidad; la espuria filosofía "AA" lo mató.

Un cuerpo condicionado a determinadas sustancias no puede sustraerse a ellas por ningún motivo.
Dios Nuestro Señor Baco lo haya perdonado y lo tenga en su santo reino.
Ya me voy a La Primavera, me espera un día tranquilo, que para hacerlo llevadero, he de acompañarlo de P&B discrecional.

Un abrazo, memo.
P.S. Uno de estos días día te platico de otro siniestro caso de la doble A, perverso en verdad. gaa

De: Narciso Leija <nleijav@yahoo.com>

Para: Guillermo Aranda <gaa1938@yahoo.com.mx>
Enviado: sábado, 23 de octubre, 2010 9:08:43
Asunto: Anécdota del Mein

Mi estimado Memo:
Hace como unos 15 años, el ilustre profesor Gómez Iglesias, que entre sus gracias tenía la de ser un excelente carpintero, fabricó e instaló en mi casa el closet de la recámara principal. No necesito decirte que fue muy irregular la manera en que se desarrolló ese trabajo; un día iba, le daba duro y luego desaparecía toda la semana por sus deberes dionisíacos. Mi consorte desesperaba pero ni modo. Un sábado a media mañana llegó con su ayudante (le tenía un apodo muy simpático que no recuerdo ahora) y yo casualmente había ido a la casa (trabajo los sábados) por algún papel. Mi siempre atenta compañera ya les había servido unos vasos con refresco pero el profesor tembalaba de la nerviolera, así que procedí a fortificar su bebida con un buen fajazo de fuerte. De inmediato cambió su semblante y de muy buen humor púsose a trabajar. Al rato le serví otra dosis y la señora me sorprendió haciéndolo con el regaño consecuente: "¿A esta hora? ¡Ustedes se solapan el vicio unos a otros!" El closet quedó magnífico.
¡SALUD!
Nicho









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