DON JULIÁN MORALES

Don Julián Morales

Mi querido Vic:

<Sacas la cuenta y te das cuenta> que ya pasó una buena cantidad de años desde que felizmente tomábamos nuestra clase de encuadernación de libros, instruídos muy ceremoniosamente por aquel quijotesco personaje de triste figura, don Julián Morales, quien solía antes de impartir sus enseñanzas a las tres y media de la tarde, dormir sus quince minutos de siesta acostado bocarriba en una de las seis macizas mesas de pino del enorme taller, bien equipado con una filosa guillotina y numerosas prensas de fierro vaciado donde metiámos los libros, recién cosidos los cuadernillos, a secar el lomo encolado para que conservaran la media caña de la rústica encuadernación.

Ahi aprendimos a preparar el engrudo de harina que a los dos días ya estaba rancio; a manejar las poderosas tijeras de hojalatería y en la parrillita eléctrica, toda chorreada, a hervir la cola de carpintería hasta darle el "punto" exacto para que al untarla, la brocha corriera libremente.

Nunca volví a ver a don Julián ni a encuadernar un libro, labor que no olvido aunque quizá la habilidad me haya abandonado, habría que probarlo uno de estos días que estoy ocioso y que me decida a hacer las cosas bién, sin recurrir al sucio procedimiento de parchar con "cinta canela" las pastas desprendidas de algún tomo de "La Comedia Humana".

No te distraigo más y te dejo cuando se me atropellan en la cabeza muchos recuerdos de nuestros queridos compañeros y de los entrañables hermanos maristas, profesores con quienes tengo una enorme deuda de gratitud.

Recibe un abrazo,

memo.