UN POCO DE ANATOLE FRANCE


UN POCO DE ANATOLE FRANCE ::
ALGO SOBRE ANATOLE FRANCE

Carlos López Moctezuma fué un sobresaliente actor encasillado en papeles de villano malvado, personajes perversos y  criminales desalmados cuando el cine mexicano tenía gran difusión aquí y allá, siendo que en realidad él era un hombre bonachón, generoso, de amplia cultura e intachable integridad y bonhomía. Tenía un hermano, el licenciado Juan López Moctezuma de virtudes semejantes a las de él y que vino a casar con mi tía Clemencia, formando rara pareja que siempre vivió en concordia.

Ya medio emparentados, el licenciado López Moctezuma congenió de inmediato con mi papá, surgiendo hasta el final una cercana amistad entrambos. En cierta ocasión, rondando los cincuenta del siglo veinte, llegó mi papá con un paquete de libros, obsequio del licenciado López Moctezuma, se trataba de una serie muy valiosa de libros de Anatole France en los que en la página del título de cada uno, aparecía un sello de fina letra gótica con el ex-libris "In Vino Veritas", latinajo que me quedó grabado y haciéndolo mío -que no es plagio- aun lo utilizo con frecuencia en mis libros porque soy un convencido de que "En el vino está la verdad" y este dogma queda confirmado en un antiguo proverbio árabe que reza: "Si quieres conocer a un hombre, dale de beber", amén.

Empecé a coquetear con Anatole France y quedé atrapado para siempre en su red de sabiduría y perspectiva de la humanidad. Lo primero que le leí fue "Sobre la Piedra Inmaculada". No entendí ni jota de lo que leía, pero si percibí que el escritor no era ningún improvisado amanuense, sino un pensador profundo, un humanista de una erudición poco común. Luego leí otras obras y poco a poco fui adentrándome en su pensamiento y cada vez admirándolo más. De ese primer libro que me tuvo enajenado por semanas, releyendo páginas y saboreando pasajes y que estoy ahora  consultando, tomo las siguientes palabras:

"...Se hallan los hombres más inclinados a matar que a morir por lo que juzgan verdadero y saludable. Por eso conviene fundar el orden público sobre la variedad de opiniones y no tratar de establecerlo sobre una creencia general y única..."   Creo que a muchos poderosos políticos de hoy día convendría meditar en torno a esa reflexión francesca y el mundo iría mejor; pero la intolerancia y la soberbia se los impide. No solo eso, en el mismo libro externa otro concepto, otra convicción muy digno de mencionar:  "...Todos los partidos políticos, sean cuales fueren, se transforman de un modo tan completo en la lucha, que después de la victoria solo les queda de su verdadero ser, el nombre y algún símbolo de su pensamiento desvanecido..." 

De poco tiempo a esta fecha, venimos oyendo en el radio y viendo en la televisión una serie de mensajes que tiene como fondo la importancia de la comprensión de la lectura; mucho dinero se ha gastado en este tema y en el de la  educación de todos los niveles, pero,,, ¿desde cuándo hemos vivido muy rezagados en la materia? ...no lo se, por lo pronto, veo la puerta abierta para citar otro razonamiento de Anatole France:

"...Estudiar es divertido, El arte de la enseñanza estriba en saber despertar curiosidades en las inteligencias juveniles y en satisfacerlas después; la curiosidad solo es poderosa y sana entre los seres dichosos. Los conocimientos que se inculcan a la fuerza ahogan y entorpecen..."  ("El crimen de un académico").

Para apreciar mejor la obra de un artista es muy importante conocer al menos parte de su vida. Antes de escultor, Miguel Ángel fué trabajador humilde en las montañas de mármol que había que horadar de tramo en tramo para hincar con marro cuñas de madera y humedecerlas abundantemente provocando una hinchazón que venía a reventar la placa o el bloque del preciado material con que habría de trabajar el escultor. Las vidas de Amedeo Modigliani y de Vincent Van Gogh son una sucesión de tragedias y de tormentos de alma y cuerpo que tuvieron que sobrellevar aunque parecieren insuperables y ya de Edward Munch no hay que señalar más de lo que sus cuadros nos dicen con angustiosa expresión, transmisión de su intimidad. En fin, también mencionaré a Virginia Woolf, Alfonsina Storni y la premiada Marguerite Yourcenar, que con su particular infierno de cabecera, nos dejaron obras rayando lo sublime.

Antes de seguir con France, no puedo olvidar a Edgar Allan Poe, torturado sin misericordia por ese monstruo demoledor llamado Alcohol y que al fin lo devoró en las condiciones más horrendas, quizá tanto que hasta para su educada pluma hubiera resultado difícil describir.

Siglos antes,  Dante Allighieri, fue desterrado por su radical postura política y jamás volvió a pisar el suelo de su amada Florencia; él no podía claudicar a sus convicciones, exigencia que le fue planteada y era para él inaceptable, aunque sintiera destrozada el alma.

Poco o nada escribió Anatole France en primera persona. Siempre dejó que sus personajes fuesen los que pensaran y hablaran. Hasta al perrito "Riquet" lo hace pensar sabiamente atribuyéndole a su canino cerebro meditaciones tan refinadas como estas: "La ley es pareja, puesto que prohíbe igual al pobre y al rico robar un pan o dormir bajo los puentes"  y aun más sarcástico, el pequeño falderito deducía que "Toda la justicia social descansa en estos dos axiomas: el robo es punible; el producto del robo es sagrado. Estos principios aseguran la tranquilidad de los individuos y mantienen el orden del Estado". Desde luego el pensamiento de "Riquet" incomodó a muchos particulares y políticos.

En "Las siete mujeres de Barba Azul", France hace una interpretación muy personal en torno al cuento sangriento de Charles Perrault, (todavía en mi primaria, los viernes por la tarde eran dedicados a la lectura y me tocó leer el cuento de Perrault, que luego fue considerado, con toda razón, impropio para la niñez y retirado de los planes de educación primaria) pues en su peculiar estilo sarcástico y modificando la fuente del cuento,  maneja el tema a su manera.

Hubo quienes establecieran cierto paralelismo entre las siete mujeres de Barba Azul y las seis del rey Enrique VIII. Creo que hay diferencias importantes, Barba Azul asesinó a seis y la séptima esposa fue salvada por sus hermanos, quedándose en viudez con las valiosas posesiones del siniestro uxoricida; mientras que Enrique VIII ordenó ejecutar en la Torre de Londres sólo a dos: Ana Boleyn y Catalina Howard, por supuestas o reales infidelidades íntimas. Yo no juzgo, nada más repito la información que nos ha llegado a través de los siglos y para no seguir alejándome del tema central, dejo para próximas notitas los interesantes pormenores de las otras cuatro consortes del sibarita monarca Tudor.

Nunca habló France en tono solemne, disfraz de simulación y estrechez de ideas, nada hay peor que un viejo solemnoide y sentencioso. Él fué irónico, irreverente, sarcástico, implacable destructor de fanatismos, hereje, ateo, libre pensador, pero sobre todo un gran humanista y uno de los espíritus más libres. Provocador de envidias e involuntario creador de detractores, supo con su bonhomia, conocimientos y constante buen humor, travieso y juguetón, imponerse a ellos y elevarse a la cumbre de la montaña encontrando en ella una recompensa muy merecida llamada Premio Nobel.

No puedo dar siquiera una breve explicación o interpretación del contenido de algunos libros suyos porque son tan espléndidos que hay que leerlos íntegramente y además solo conozco una parte mínima de su obra, por eso, únicamente puedo atreverme a recomendar tres lecturas: "La isla de los pingüinos", "La rebelión de los ángeles" y "Thais, cortesana de Alejandría".

Dentro de mis limitaciones y pidiendo licencia a Anatole France, trataré de narrar un pasaje de lo que sucedió a la duquesa de Ávalos, quien por su frivolidad aunada a su belleza, debe haber sido una interesantísima dama.

En alguna parte de lo que hoy es Italia, en la época feudal, un encumbrado noble, gallardo y buen mozo, el duque de Ávalos casó con una bellísima mujer de porte aristocrático, finos modales y cultura refinada. Formaban linda pareja y transcurría su vida en la serenidad de los que saben sacar provecho a la ociosidad. Él, gustaba de todos los excesos de su privilegiada condición, sobre todo la buena comida y el mejor vino, pero su gran debilidad era la cacería, por lo que constantemente organizaba partidas de caza que duraban varios días, dejando a la duquesa sumida en el aburrimiento y el tedio en el sombrío castillo en que moraban. Poco a poco, la dama fue dando libertad a sus reprimidos deseos y llegó el momento de involucrarse con un amante y luego otro y otros. Su confesor, un fraile dominico, se percató del lúbrico comportamiento de la señora y trató de persuadirla para que volviera a la conducta recta correspondiente a su elevada condición nobiliaria, pero ella parecía no entender los consejos del confesor.

En cierta ocasión, el fraile dominico la llamó al confesionario a donde había guardado un cráneo humano amarillento, reseco y desdentado; la duquesa oía impávida las reprimendas del clérigo quien en cierto momento, buscando una repentina sorpresa, sacó de su caja el horrendo cráneo y se lo mostró a la mujer al tiempo que le decía:  Fíjate bien, pecadora, pon atención y arrepiéntete porque muy pronto de ti no quedará más que ésto. Ella preguntó ¿no seré más que eso muy pronto?, que bueno que me lo decís porque no tengo tiempo que perder. Suspendió la confesión, se levantó y a la media vuelta dió la espalda al confesor quien no pudo evitar un voluptuoso estremecimiento. Lo que pretendía ser freno, se convirtió en acicate y la duquesa de Ávalos desenfrenó su ardiente pasión en forma incontenible, tanto que el duque , enterado del comportamiento libertino de su consorte, fingió una excursión de cacería para sorprender a su mujer en la pecaminosa infidelidad; ordenó su captura y pronta ejecución, y para mejor lavar su deshonra, dispuso que el ahorcado cuerpo fuese exhibido atado a un muro del castillo para que el pueblo lo viera en su desnudez, satisfaciendo asi su venganza.

La tarde se fué con el viento frío del otoño, la multitud curiosa volvía poco a poco al calor de su casa; llegó la noche y no quedó una sola alma en la plazoleta; un fraile dominico que paciente estuvo presente todo el tiempo oculto en un repliegue del muro, salió tímidamente de su escondrijo, volteó hacia todos lados constatando su soledad, se acercó al rígido cuerpo azulado, lo desató con la paciencia de Job liberándolo por completo, con devoción lo tendió cuidadosamente sobre la helada losa del piso y lo violó.

Perdón, France, por mi insolencia.

Feliz fin de semana y mucha alegría.

memo


Imagen: Anatole France en su studio. 
Imagen aprovada por Creative Commons 



















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