MI ÁNGEL CENOBIO

MI ÁNGEL CENOBIO


Ese terrible mal llamado Depresión, tiene dos parientes muy cercanos aparentemente inofensivos: Hastío y Tedio. En solitario o en equipo los siniestros personajes acostumbran presentarse con mucha frecuencia los domingos, eso si, por la tarde más o menos al anochecer cuando todo está en aparente calma, cuando las aves pequeñas vuelven a sus nidos con lastimeros cantos que llegan a ensordecer. De repente se hace el silencio, cae la noche y todo vuelve a la normalidad, tomas un libro ligero y si la concentración lectora no llega, siempre queda el recurso de matar el día viendo los "refritos" de la jornada deportiva finsemanera. En uno de esos pavorosos días, fastidiado de ver todos los goles del fútbol mexicano y europeo en la última jornada, decidí salir de mi cuarto de hotel y me encaminé por todo Arcos de Belén hacía el Salto del Agua a merendar un café con leche acompañado de pan chino en un restaurant, precisamente frente al Registro Civil. La avenida estaba desierta, sentí una soledad escalofriante más cuando me dí cuenta de dos individuos que venían hacia mi, de inmediato me llegó el aviso de alerta que Cenobio, mi ángel de la guarda, me trasmitió con la oportunidad que siempre lo ha caracterizado diciéndome al oído: date la vuelta, ¡baaaboso! Ya era demasiado tarde para volverme sin despertar suspicacias en los dos sujetos, retuve el aliento y nos cruzamos normalmente; todavía caminé unos cuantos metros y ya sin apetito decidí obedecer a Cenobio y volver al hotel para evitar el encuentro con otros jóvenes de sospechosa apariencia, que indolentes mataban el tiempo recargados en el muro de un enmohecido edificio en espera de demolición. No se porqué, pero olía a petate quemado.

Bien dicen popularmente que el miedo no anda en burro y además con los años se va uno volviendo coyón, asi que agradezco mucho a Cenobio la celosa custodia que toda la vida me ha brindado.

Ya en el bar del hotel convidé a Cenobio unas copas, que de inmediato aceptó. Tuve que correrlo porque con los tragos se pone muy necio y a él también ya se le nota la edad y se ha vuelto muy repetitivo, lo cual resulta bastante enfadoso y no se detiene para platicar su papel militar cuando los ángeles se rebelaron ante el Supremo y derrotados propiciaron la caída de Luzbel, episodio que he oido mil veces.

Se fué profiriendo entrecortadas palabrotas, note sus alas, otrora brillosas y elásticas, con el plumaje marchito y en amplias áreas de plano seco. De la ventana pegó el brinco para despegar y aunque se desplomó unos seis metros, logró burlar la ley de la gravedad y maltrecho remontó el vuelo hacia el infinito sideral. Ya mañana volverá a sus obligaciones y yo procuraré no exigirle tanto como cuando joven.

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