LOS VIOLINES DE CREMONA


LOS VIOLINES DE CREMONA

En comentarios de sobremesa familiar, surgió el tema del cine y de las películas inolvidables que a lo largo de la vida disfrutamos, nos hicieron reír y también llorar. En un momento me vino a la cabeza el recuerdo de una estupenda película que mucho me gustaría ver de nuevo, "El violín rojo". Lo platiqué y algunos días después, Paulina mi hija llegó con la magnífica película en un disco DVD, lo cual es un espléndido obsequio que espero impaciente la tarde del domingo para de nuevo  verla y al mismo tiempo abatir el tedio desesperante del atardecer dominical que siempre me ha perseguido.

Quizá mi gusto por la película sea debido a que hace muchos años leí un libro: "Los violones de Cremona", referente a los "luthiers", esos artesanos de manos privilegiadas dedicadas a construir instrumentos musicales de cuerda y que hicieron famosa la pequeña ciudad de Cremona, al sur de Lombardía en las márgenes de río Po. El origen de la ciudad se remonta a los tiempos feudales de Europa y adquirió fama cuando ya entrado el siglo XVIII, empezaron a ser muy apreciados, por su magnífica construcción e inigualable sonido, los violines que de ahí salían.

Casualmente, sobre la misma calle de la población, vivían tres familias contemporáneas de "luthiers": los Guarnieri, los Amati y los Stradivarius, que sobresalían de otros gremios muy respetables de la ciudad. La cerrada competencia por alcanzar mayores ventas, motivó a los Guarnieri a colocar en el dintel de la puerta de su taller el letrero: "EN ESTA CASA HACEMOS LOS MEJORES VIOLINES DE EUROPA".  Días después, los Amati, no queriendo rezagarse, colocaron un colorido anuncio: "NUESTROS VIOLINES SON LOS MÁS FINOS DEL MUNDO"; y ante la actitud de sus competidores y vecinos de la misma estrecha calle, que con tanta jactancia ponderaban sus instrumentos, Antonio Stradivarius mando pintar un simple tablero que rezaba: "POR AQUÍ SALEN LOS MEJORES VIOLINES DE ESTA CALLE."  Hizo colocar el letrero con dos alcayatas de hierro centrándolo en la parte alta de la puerta no muy ancha de su casa-taller.

No se si la leyenda sea cierta, lo que si es indiscutible es lo mucho que significa para un buen violinista poseer un Stradivarius y como simple referencia voy a mencionar al austero Jascha Heifetz, quien mucho viajó ofreciendo inolvidables conciertos y a quien escuché en una estupenda grabación, muy rara por cierto, interpretando la música de George Gershwin precisamente con su violín Stradivarius consentido. Extravié el disco y nunca lo pude recuperar. También el simpático André Rieu va por el mundo repartiendo sonrisas, coqueteando y conquistando a las multitudes con ingeniosos arreglos de música regional entreverados con obras de compositores considerados clásicos, desde luego que todo ello lo hace con el apoyo de una espléndida escenografía, coros de apoyo y uno que otro instrumento que surge por ahí en respaldo a su venerado Stradivarius. Hay que oírlos.
memo.

Imagen: Dibujo por Guillermo Aranda Mena ⓒ 2021 


                                                             

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