¡QUE BONITOS CARROS!



(x) ¡Qué bonitos carros!

Ocasionalmente mis apreciado amigos me envían series de fotografías de hermosos automóviles antiguos y otros no tanto. Llegué a manejar algunos de ellos, en otros pocos me invitaron a dar la vuelta y la gran mayoría sólo los conozco en forografía, al igual que a esas deslumbrantes señoritas que salen retratadas de cuerpo entero y a colores en esa bien reputada publicación llamada "Playboy".

Recuerdo haber manejado un señorial Buick negro con asientos de terciopelo verde botella y con cierto valor histórico por haber pertenecido al general Saturnino Cedillo, desgraciadamente tan singular pieza de ingeniería tuvo un indigno final al ser salvajemente convertida en un ineficiente vehículo de carga, destino más humillante que el del Rolls Royce amarillo de la memorable película.
También manejé el Lincoln Zephir de 1937, impresionante sedán con motor V-12 del que don Alejandro Ávila se sentía muy orgulloso. Más modestos fueron el Pontiac 47 y la "pick up" Chevrolet 42 del doctor Reyes, que confiadamente me soltaba y que debo decir regresé intactos, al igual que el Ford 50 de don Alfredo Jasso.

No olvidaré nunca mi primer carro, un Ford sedán de dos puertas color gris rata modelo 1937; tenía suave suspensión pero un sistema de frenos mecánicos peligrosísimo, sobre todo en días lluviosos cuando era una hazaña detener suavemente el vehículo, eso si, dotado con un buen motor V-8 de válvulas laterales y que cuando las frías mañanas de las heladas invernales, era necesario arrancarlo con aquella primitiva manivela conocida como "cran", cuyo uso exigía una considerable mezcla de fuerza y maña para no salir con un brazo roto en la maniobra.

Tengo recuerdos muy claros de viajes con mi papá, uno en 1943 de Torreón a Monterrey en un imponente Packard Clipper nuevecito y otro, pocos años después, de San Luis a León en un Nash de brillante color rubí que hacía resaltar las abundantes molduras cromadas de los cuatro costados. Pero el que más me impresionó siendo muy niño, fué otro Packard enorme con dos ruedas de repuesto empotradas en nichos de las salpicaderas delanteras, fué un carro de los años veinte, muy similar a los que robaban Bonnie y Clyde para cometer sus fechorías. Los distribuidores de esos carros promovían su venta con el "slogan" comercial  <"Ask the man who owns one">, ofreciendo un promisorio status social.

Hce poco más de veinte años, entré con Memo mi hijo al museo de automóviles del Hotel Palació Imperial de Las Vegas. Para los que nos gusta el tema, es un festín ocular ver tanta maravilla rodante en perfecto estado de conservación y óptimas condiciones de funcionamiento. De entre las decenas ahí exhibidas, figuran carros que fueron de Clatk Gable, del rey de Siam, del pianista Liberace y de muchos otros personajes célebres, pero las estrellas del lugar son el Alfa Romeo, pequeño y muy hermoso en el que fué capturado Benito Mussolini cuando huía con su amante Claretta Petacci para luego ambos ser colgados de los píes de un poste telegráfico. La otra estrella es uno de los arrogantes Mercedes de Adolfo Hitler, mostrado en una enorme vitrina de cristales blindados.

Tengo pendiente localizar el reconstruído Cord 812 Supercharged Phaeton de 1937 en el que se accidentó Tom Mix en 1940 y murió con el cuello roto al ser golpeado con un veliz suelto que llevaba atrás. Qué ironía, él que siempre vivió entre las patas de los caballos y los cuernos de las reses pues no permitía que lo "doblaran" en las filmaciones.

De las bellas muchachas del "Playboy", no tengo ninguna historia que contar.
Que tengan buena temporada olímpica.   memo.

Comentarios